lunes, 16 de abril de 2012
El Hombre en la Tierra
Por Ernesto Montero Acuña
Andábamos bajo el tórrido sol de Topes de Collantes, una mañana de temperatura inhabitual por lo elevada, cuando una tarja próxima a ciertos arbustos ornamentales, en Villa Caburní, nos condujo a indagar.
Suponíamos que estaría dedicada a algún fallecido, por supuesto, sobre todo en este sitio que fue centro de hostilidades en otros tiempos. Pero no, se homenajeaba con ella a Félix Rodríguez de la Fuente, el español de El hombre y la Tierra, hecho para la paz. Nos extrañó que se le recordara allí.
Este naturalista consideraba que “el hombre no es un ovni venido de una lejana galaxia”; que “el hombre es un poema tejido con la niebla del amanecer, con el color de las flores, con el canto de los pájaros, con el aullido del lobo o el rugido del león”. Por tanto, Topes es también su lugar, aunque el encuentro haya sido sorprendente.
Es justo que el hombre de trascendente cultura humana sobre las más diversas especies animales y su hábitat sea homenajeado así, en uno de los sitios más acogedores de Cuba por su naturaleza, su alcance en la preservación y su enorme futuro.
La condición de no ovni de Félix Rodríguez se perpetúa hoy en el discreto recodo de Topes de Collantes, distante del origen del naturalista, porque es uno de los sitios más en correspondencia con la condición de aquel que, respondiendo a su naturaleza, sucumbió ante ella.
En fin, entre árboles frondosos y senderos empinados, a 784 metros sobre el nivel del mar, se le reconoce mediante un texto de sencillez extrema.
Dice: “A Félix Rodríguez de la Fuente. Tus compañeros de Televisión Española. 20 años después. 14-marzo-2000”. Solo esto. ¿Para qué más? Topes de Collantes es un Paisaje Natural Protegido, en una amplia zona de la isla de Cuba, a la vez centro de un archipiélago de naturaleza admirable.
Este sitio pertenece al grupo montañoso Guamuhaya o Sierra del Escambray, en la provincia de Sancti Spíritus, a no más de 20 kilómetros de la ciudad de Trinidad y del Valle de los Ingenios, reconocidos por la UNESCO desde 1988 como Patrimonio de la Humanidad.
Topes adquiere cada vez más importancia y desarrollo, sobre todo por sus excepcionales condiciones naturales. No parece accidental, por tanto, que sus conterráneos de Televisión Española hayan elegido este lugar recogido para recordar a Félix Rodríguez, de Poza de la Sal, en Burgos, donde nació el 14 de marzo de 1928. Muy justamente, a pesar de la distancia, se le recuerda en un sitio así de Cuba.
En este país se admiró su serie El hombre y la Tierra, de realización excepcionalmente atractiva y animada con el dinamismo, la entonación y el acento peculiares de un naturalista que “conseguía llegar a conmover el corazón de la gente”.
Así lo refleja Lourdes Martín en una crónica del 3 de marzo de 2010: “El arranque de sus palabras desde una profunda pasión, la fuerza, las imágenes nunca antes vistas sobre la vida animal, momentos espectaculares, cúlmenes, impresos en la retina desde la cercanía de una fuerte presencia”, lo condujo a mover “el interior de una población un
Félix despertaba el amor hacia el mundo natural y animal, y alimentaba la imprescindible preocupación por su cuidado. Para la autora, “el formato de sus extraordinarios documentales ha marcado la historia de nuestras vidas y a la vez la historia de la televisión, porque han sido muchos los imitadores que han seguido la senda que marcó indefectiblemente El hombre y la Tierra”, una serie realizada de 1974 a 1980.
Su forma original de percibir y reflejar la naturaleza posee el aderezo de “nueve años de niñez en medio de la naturaleza, corriendo libre en ella días y días enteros, “gracias” a la falta de escolarización por la Guerra Civil, y también debido a que su padre no era muy partidario de una temprana escolarización, claro que sin descuidar su formación” mediante lecciones en casa.
El pueblo de pastores, según Marcelle Genevieve Parmentier, su esposa, “estimuló su curiosidad”, pues “en él descubría manifestaciones nuevas de la vida”. Según Martín, el mismo Félix menciona la añoranza de ese mundo con vívidas palabras en muchas ocasiones. Porque el origen, añadimos, condiciona y marca.
Al referirse a las aves, habló de cómo “envidiaba sus alas poderosas; cuántas sugestiones y sugerencias de viajar, de ser libre, como aquellos buitres y águilas de mi infancia”. Así que este lugar de Cuba, aunque sin grandes depredadores, está muy emparentado con su creatividad.
Al microclima de Topes de Collantes se le considera apropiado para el descanso y la recuperación, algo que condujo a que se le explotara en otra época como sanatorio para pacientes de enfermedades respiratorias. Su floresta aporta virtudes sedativas, como la albura terapéutica de la perfumada mariposa blanca, Flor Nacional de Cuba, que también posee especies híbrida, amarilla y roja. Y abunda en el segundo semestre.
A una de sus tres hijas, Odile, Félix Rodríguez le confesó alguna vez: “Me gustaba retrotraerme a mi agreste infancia de niño despeinado, con el rostro quemado por el sol, con el cierzo en la cara, correteando por la paramera. Siempre buscando algo en el regazo del viento, con algún secreto que arrancar a la tierra, a las nubes, al sol…”
En el sitio donde se le recuerda existe el excepcional centro médico, su disciplina académica. Allí también se exhiben permanentemente 800 obras de artistas plásticos cubanos, famosos todos, distribuidas en 210 habitaciones, vestíbulos, pasillos y en el Museo de Arte Cubano. Y se encuentra la Universidad de Montaña, que vincula la formación académica con el medio natural apropiado.
Félix se licenció en medicina y fue autodidacta en biología. Pero sobre todo se distinguió como hombre de gran carisma cuyo recuerdo perdura, no obstante el aplastante tránsito del tiempo, hasta en los sitios más insospechados. Fue expedicionario, guía de safaris fotográficos en África, conferenciante, escritor y ecologista de trascendencia mundial.
Sus series transmitidas en numerosos países, plenamente vigentes hoy, las han visto varios cientos de millones de personas, desde cuando su trascendencia pública se acentuó en 1964 al ganar con Durandal, una hembra de halcón entrenada por él, una competencia de cetrería, que le abrió las puertas de Televisión Española.
Allí mostró sus amplísimos conocimientos con tal pasión y oratoria, que un popular periodista reclamó para él un puesto en la Real Academia de la Lengua, por ser “el español de mejor prosodia”.
A los pocos días de su primera comparecencia se le reclamaron tanto nuevas intervenciones que la Televisión Española le ofreció un espacio de unos cinco minutos, cada quince días, en el programa Fin de semana, para exponer sobre caza, pesca, excursionismo y demás temas relacionados con la fauna.
El 4 de marzo de 1980 presentó a los reyes de España, en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, el documento Estrategia mundial para la conservación de los recursos vivos y el logro de un desarrollo sostenido, una propuesta de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y de los Recursos Naturales.
Seis días después se trasladó con un equipo de El Hombre y la Tierra a Alaska para filmar la Iditarod Trail Sled Dog Race, calificada como la carrera de trineos tirados por perros más importante del mundo. Dicen que un poco antes de despegar la avioneta que lo transportaría comentó: “Qué lugar más hermoso para morir”.
De las dos aeronaves que partieron para la misión, la suya se estrelló por el desprendimiento de uno de los hidropatines, lo que la desestabilizó. Con él fallecieron el piloto, el camarógrafo de TVE Teodoro Roa y el ayudante Alberto Mariano Huéscar.
Como una prueba de su influencia en la sociedad, se le recuerda en gran número de monumentos, placas conmemorativas y parques distribuidos por la geografía de su país, y mucho más allá, incluso, como es el caso de Topes de Collantes.
Debe recordarse, como decía él, que “El hombre se acabará cuando se acabe el equilibrio vital del planeta que lo soporta. El hombre debe amar y respetar la Tierra como ama y respeta a su propia madre.”
Su muerte en Shaktoolik, Alaska, el 14 de marzo de 1980, fue un tránsito lamentable hacia una vida muy perdurable, aunque sin nuevas obras suyas.
En Topes de Collantes se le recuerda hoy, junto con el naturalista autóctono Jesús Cañizares y el también cubano Jorge Ramón Cuevas, como hombres en su Tierra que fueron, aunque sus orígenes sean geográficamente distantes.
Los une la naturaleza.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Tengo en Nuestra América
Tengo en Nuestra América
Por Ernesto Montero Acuña No suelen ir de la mano estadísticas y poesía, tal vez porque las acciones transitan en la siquis humana d...
-
Por Ernesto Montero Acuña Un cantor doméstico de tonadas guajiras, en las noches solía lanzar al viento, a la luz del...
-
Por Ernesto Montero Acuña Foto: Yamilé Luguera Buscar visualmente entre las oscuras ramas de árboles altos y frondosos puede t...
No hay comentarios:
Publicar un comentario