Por Ernesto Montero Acuña
No suelen ir de la mano estadísticas y poesía, tal vez porque las acciones transitan en la siquis humana de la emoción a la razón, antes que a la acción, mediante un proceso en el cual el ser condiciona el hacer. Pero existen poetas que exhortan a que corran parejos el sentir y el actuar.
José Martí alertaba en Nuestra
Améríca (1) acerca de ello, tal vez con acritud, pero también
con aliento de largo alcance: “Cree el aldeano vanidoso que el mundo
entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival
que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno
el orden universal” […].
Solo se trata aquí de
mostrar lo que posiblemente permita comprender, aproximadamente, la
trascendencia de Tengo (2), en el año en que se cumple el
cincuentenario de la publicación del libro que contiene este poma trascendente
en la obra de Nicolás Guillén y en la literatura y la historia cubanas.
El volumen compila obras
poéticas mayormente aparecidas en diversos medios periodísticos con la urgencia
que reclamaban los años iniciales de la revolución triunfante el 1 de enero de
1959, aunque también figuran poemas compuestos anteriormente, como, por
ejemplo, Mella (1945), Pasionaria (1951). Un negro canta en
Nueva York (1952), Che Guevara (1959) y algunos más.
Tengo es el canto entusiasmado de Guillén al advenimiento
de lo que su obra premonitoria había reclamado y augurado con no menos de
treinta años de anterioridad en West Indies, Ltd., su libro que consolidó en
1934, en profundidad, lo social y lo racial con lo nacional y lo regional
antiimperialista, ya visible en su sección Pisto Manchego del periódico
El Camagüeyano.
Debe deslindarse, sin
embargo, lo que este poema canta y el resto de los que componen el volumen,
pues, si bien están emparentados casi todos por los momentos de la concepción y
el alumbramiento, parece atinado individualizarlos para el análisis y tal vez
agrupar los de mayor semejanza entre sí. Pero no hay duda de que el
paradigmático, señero y cimero es Tengo.
Así lo escribe el poeta: “Cuando
me veo y toco/ yo, Juan sin Nada no más ayer,/ y hoy Juan con Todo,/y hoy con
todo,/ vuelvo los ojos, miro,/ me veo y toco/ y me pregunto cómo ha podido
ser.” Y añade: “Tengo, vamos a ver,/ tengo el gusto de andar por mi
país,/ dueño de cuanto hay en él,/ mirando bien de cerca lo que antes/ nunca
tuve ni podía tener”.
Mas, ¿a qué se refería en orden de
prioridades? Es bien visible: “Zafra puedo decir,/ monte puedo decir,/ ciudad
puedo decir,/ ejército decir,/ ya míos para siempre y tuyos, nuestros,/ y un
ancho resplandor/ de rayo, estrella, flor. […] Tengo, vamos a ver,/ tengo el
gusto de ir/ yo, campesino, obrero, gente simple,/ tengo el gusto de ir/ (es un
ejemplo)/ a un banco y hablar con el administrador,/
no en inglés,/ no en señor”…
Es el canto feliz del poeta en
representación de las generaciones que sufrieron la independencia frustrada en
1902, de la casi juvenil –salvo otras en las que pervivía la tradición- que
hizo la revolución de 1959 y a la que se incorporó –mejor: se incorporaron- las
que la doctora Graciela Pogolotti (3) identifica como la Generación
agradecida, cabe pensar que refiriéndose al “yo, campesino, obrero, gente
simple” del poema.
Guillén conocía, por supuesto, las
desigualdades existentes en la Cuba de Tengo, entre 1959 y 1964,
y no incurrió en el error de afirmar que “todos somos iguales”. Partió de la
ejemplificación cierta de que todos tenemos los derechos que hasta entonces nos
habían impedido las clases dominantes nacionales y las del imperialismo
omnipresente mediante sus medios económicos y sus instrumentos de poder.
¿Qué no se podía antes de 1959?
Aún recuerdo al niño a quien el
guardajurado del Ten Cents de Camagüey, establecimiento de baratijas de los
estadounidenses almacenes Woolwort, corrió de la puerta de aquel comercio para
que no “afeara” el acceso a los efectivos o potenciales compradores, parte de
ellos pertenecientes a la burguesía terrateniente de aquella comarca de
“pastores y sombreros”.
Cuando el poeta compuso Tengo
ya al negro y al blanco nadie los podía (ni puede) detener a la puerta de
un dancing o de un bar o en la carpeta de un hotel, ni hay guardia rural (o
guardajurado) que los agarre y los encierre en un cuartel, ni los arranque y
los arroje de su tierra al medio del camino real. Son suyos el mar, sin
country, ni jailáif, ni tenis, ni yacht; y pueden viajar “de playa en playa y
ola en ola”, en el “gigante azul abierto democrático” mar, a condición de que
hayan adquirido debidamente la solvencia necesaria.
Existe hoy una diferenciación,
pero distinta de la de antes y con otro destino. La imponen las reglas de una
economía que se propone servir a las mayorías a las que Guillén cantaba en Tengo.
Mas en un país que en el año 1964 poseía apenas seis millones de habitantes y
que en el año 2012 estaba poblado por 11 millones 163 mil 934 cubanos, el 76 por ciento de ellos
concentrados en medios urbanos.
Notable diferencia
es también que en aquella época el promedio de vida era de 58 años y hoy supera
los 78.
En
1964 el planeta estaba habitado por algo menos de tres mil millones de
habitantes y hoy se aproxima a los siete mil millones 274 mil, los que
solo en este año se incrementarán en 70 millones 547 mil 811, una progresión
que algunos estiman aceleradamente creciente hasta el 2050, si las
circunstancias y la voluntad humana no deciden algo distinto, ojala menos
dramático.
Es atinado tener en cuenta que en el año
2014 la cifra de desnutridos se fija en 886
millones 216 mil 981 y la de muertos por hambre en un día, el 12 de noviembre a
las 11:00 am, hora de Cuba, es de 13 mil 841, según datos de worldometers (4).
El gran
escritor de ciencia ficción Isaac Asimov publicó en 1964, hace
también cincuenta años, que la población de la Tierra se acercaba entonces a los
tres mil millones de habitantes, cifra que, según él, se duplicaba cada 40
años, debido a lo cual a mediados del 2020 debemos aproximarnos a los nueve mil
millones de seres humanos sobre este planeta con capacidad y condiciones
limitadas.
Viene a la mente en este momento
paradojal, y crucial, la amistad entre Nicolás Guillén y el poeta francés y
maquis Paul Éluard (5), el de […] “la mirada pura, el rostro grave/
y aquella forma entre severa y suave/ de ser” (6). El mismo que
escribió: […] “nací para conocerte/ para cantarte/ Libertad”, algo que solo
puede lograrse cuando se aprende a leer, a contar, a escribir, a pensar, a
reír… y se tiene donde trabajar y ganar lo que se tiene que comer.
Esta noción de libertad e igualdad
que se basa en obtener lo necesario mediante el trabajo, como debe ser, se
avizora posible sobre la base de una ética justa en este planeta superpoblado y
cuya desigualdad habrá que solucionar cuando cada quien tenga lo
imprescindible, al estilo de Guillén. Parece la única forma de sobrevivencia
alcanzable, si corren parejas la emoción y la acción con el merecer y el tener.
No se puede vivir con las mismas
libertad, igualdad y solvencia económica de hace cinco décadas si no se aprende
que el Tengo de hoy tiene que ser, en este orden, diferente del de
cuando se escribió bajo el estímulo de la Revolución triunfante.
Cuba tenía entonces la mitad de la
población actual y el mundo apenas iniciaba su tránsito hacia los nueve mil
millones de congéneres que lo poblarán dentro de apenas una década, cuando la
concentración y la centralización de las riquezas podrán ser más asfixiantes
para los pobres si persiste el actual orden unipolar en proceso ascendente de
globalización.
Con ajustado acento ideológico y
adecuada visión global, en aquel presente sueño-suyo, Nicolás Guillén culminaba
magistralmente el mayor tener al cual podía y debía aspirarse, como él lo
expresaba: “Tengo que ya tengo/ donde trabajar/ y ganar/ lo que me tengo que
comer.”
Aquella era la carencia máxima
donde apenas seis años antes el desempleo y el subempleo superaban el 25 por
ciento, en un país dependiente, subdesarrollado y donde nada era subsidiado,
comenzando por las precarias salud y educación de entonces, peores para los
pobres, de cualquier color, pero doblemente precarias para la mayoría de los
negros.
El más profundo dilema ideológico
de Tengo, hoy, es comprender que continúa siendo perentorio trabajar
para ganar “lo que me tengo que comer”. Pero haciéndolo con adecuación a un
orden en el cual la solvencia y el consumo de cada quien deben ser adecuados al
aporte social de cada uno, en condiciones distintas a las de 1964, luego
de alcanzados todos los demás bienes “míos para siempre y tuyos,
nuestros”, obtenidos en “un ancho resplandor/ de rayo, estrella, flor.”
Tal vez volverlo a comprender y a
sentirlo plenamente, todos, sea el mayor reto de Cuba, hoy y en los próximos
años, cuando el planeta, que tendrá las mismas dimensiones, estará repartido en
menor escala, si evitamos que estalle. Porque en esta última circunstancia no
tendremos nada, ni nada nos hará falta.
Viene a colación aquí la segunda
parte del silogismo de Martí en Nuestra América, quien censura al aldeano que da por bueno el orden universal
[…] “sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le
pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van
por el aire dormidos engullendo mundos”. (7)
Por esto el
mayor reto global hoy, cuando por el Sur avanza “un ancho resplandor/ de rayo,
estrella, flor” es que se aprenda a tener con la cabeza en el cielo, pero con
los pies en el suelo, porque así comenzaría el Hombre a despojarse del resto de
su dimensión aldeana… para bien.
(1)
José Martí: Nuestra América, La Revista
Ilustrada, Nueva York, mayo de 1891. Según Obras completas, tomo VI,
p. 157.
(2)
Nicolás Guillén: Tengo,
publicado el 18 de junio de 1963 en La Gaceta de Cuba. Bajo este título apareció
el poemario editado por la Universidad Central de Las Villas, a cargo de Samuel
Feijoo, en 1964.
(3)
Graciela Pogolotti:
Conferencia sobre el cincuentenario de Tengo, en el Proyecto todas
las manos, de la Fundación NG en la comunidad de La Timba,
La Habana, 11 de noviembre del 2014.
(4)
Estadísticas tomadas de la página web de
actualización inmediata http://www.worldometers.info/es/
, el 12 de noviembre del 2014.
(5)
Paul Éluard (apellido materno): Poeta francés
autor de Libertad. Saint-Denis, 14 de diciembre de1895-18 de noviembre
de 1952. Su verdadero nombre era Eugène Grindel.
(6)
Nicolás Guillén: Paul Ëluard, La paloma de
vuelo popular, Obra poética, tomo II, ed. Letras Cubanas, La Habana, 2011,
p. 38.
(7)
José Martí: Op. cit., p. 157.
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